viernes, 9 de julio de 2010

The Sagas. Humes.

Salió del coche y maldijo su trabajo. No lo odiaba, pero la cortina de lluvia hacía replantearse su vida a cualquiera. Sacó una revista y la utilizó como paraguas en el trayecto desde el coche hasta el edificio acordonado, al llegar a la cinta enseñó la placa al policía apostado haciendo guardia.

- ¡No veo una mierda! - gritó éste para hacerse entender sobre el ruido que el aguacero producía, con la gorra calada y el poncho azul chorreando - ¿¡Quién cojones eres!?

- Detective Humes, joder, ¡Homicidios! ¡Vengo por el maldito cadáver!

- ¡Ah, pase, señor, el comisario le está esperando!

- ¿El comisario? - preguntó extrañado el detective Humes - ¿Qué diablos pinta ese puto chupatintas en esto?

- A mi no me pregunte, solo soy el fantoche uniformado que han puesto aquí para vigilar... ¿Y para vigilar qué, se preguntará?

- La verdad esque no. - respondió rápidamente Humes.

- ¡¡Ni una puta mierda!! - siguió el policía sin hacer caso del otro. - ¡¡Porque con esta lluvia ningún hijo puta por loco que estuviese vendría a meter las narices en esta mierda de edificio!!

Humes no respondió, solo se quedó mirando al uniformado, esperando que dejase de hablar y que se apartase. Éste, que se había dado cuenta de la indirecta levantó el cordón para permitir pasar al detective, que pasó ante la mirada airada del policía.

Una desvencijada puerta daba paso a un recibidor mugriento, con la típica conserjería de madera con cristales viejos, tan sucios que no se veía en su interior. El suelo a rombos verdes y blancos estaba lleno de polvo y solo se veían huellas que iban y venían. Las paredes estaban recubiertas de papel descorchado y arrancado, llenas de suciedad. El sitio olía a rancio. Pensó el detective, familiarizado ya con el aroma. Siguió las huellas por la escalera, que crujía bajo los zapatos baratos de Humes. Sus ojos recorrían el inmueble en busca de indicios. Todo asesinato deja rastros, sólo se necesitan unos ojos expertos que conozcan los sitios donde mirar. La escalera es el momento de la huida donde el asesino deja huellas en el pasamanos, o pierde algo de lo que llevaba en el bolsillo en la agitada bajada. En una ocasión, Humes encontró un cuchillo que había sido el arma de un delito en las escaleras. Al asesino se le había caído del bolsillo durante la huída y sus huellas se tomaron del mango. Caso cerrado. Pero en esta escalera no había nada, solo crujidos, polvo, condones usados y cucarachas muertas.

El comisario estaba esperando en la puerta del apartamento 79. Era un ser enjuto y arrugado, su cara rebosaba amargura. La barbilla pronunciada y ligeramente retraida le daban un aspecto de vejestorio que le venía muy bien a su puesto. Tenía la camisa amarilla mojada bajo los horteras tirantes que sujetaban el pantalón gris manchado de tomate. Debajo de las blancas y pobladas cejas del hombrecillo unos ojos verdes que en otro tiempo y en otro cuerpo hubieran sido bonitos miraban intensamente a Humes.

- ¡Maldita sea, Humes, creí que te había dicho que aparecieras rápido!

- Usted no me ha dicho una mierda, me ha llamado Peggy y no esperaba encontrarle aquí. De hecho me molesta. Espero que no haya metido las narices y no haya tocado nada ahí dentro... - Contestó el detective, malhumorado.

- ¡No me jodas, Humes, no me jodas!

- No me joda usted a mi. ¿Qué ha pasado, algún marido iracundo?

- No.

- ¿Una mujer celosa? ¿Niño psicópata?

- No.

- ¿Se han follado a su mujer y se ha cepillado usted mismo al listillo? No le pienso salvar de la cárcel... por mi com osi se pudre.

- No, gilipollas. Ven.

El comisario entró en la casa, preguntándose por qué aguantaba todas las impertinencias del maldito Humes. Lo cierto esque era uno de los mejores, pero a veces le daban ganas de arrancarle la nuez de un mordisco. Humes lo siguió sin decir nada, colocándose los guantes de latex. El suelo de madera chirriaba igual o más que la escalera. El olor era muy intenso, allí tenía que haber más de un cadáver.

- Mira esto y dime si no está justificado que te haya llamado para tocarte las pelotas...

Una mujer. Abierta y no precisamente de piernas. La parte de las costillas que tenía que aguantar el esternon tocaba el suelo. Por ambos lados. Y estaba boca arriba. Todos los órganos habían sido extraídos y sustituidos por... ¿otros órganos?

- Qué coj... - Humes se acercó al cadáver esquivando la sangre del suelo cuando se dio cuenta. La sangre que el cuerpo había derramado había sido dispuesta cuidadosamente a partir del charco central, formando dibujos concéntricos que recordaban a los tradicionales círculos de los campos de maíz, hechos por extraterrestres o por granjeros aburridos. Un exámen más detenido del interior del tórax de la víctima determinó lo que sorprendió aún más al ya de por sí poco impresionable detective.

Los órganos eran de barro.

- Joder, Dave... estás de mierda hasta el cuello. - Le dijo Humes al comisario, olvidando las formalidades.

- No, Kyle... Tú estás de mierda hasta el cuello. El caso es tuyo.

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