miércoles, 21 de julio de 2010

The Sagas. Amanda.

Me acerqué al coche donde sonaban aquellos golpes. Me sentía como en una película, de pronto todo se había vuelto sepia, había grano y ruido a mi al rededor y una extraña música que tan sólo yo podía oir comenzaba a sonar de fondo. No aparté la mano de aquella fría pared a medida que avanzaba, como si eso me mantuviese unido a la realidad, y la dura piedra me confiriese sus propiedades, quizá así no saldría mal parado.

Caminé lentamente en la misma dirección durante unos minutos que me parecieron lustros. La gravilla resonaba cada vez que mis deportivas entraban en contacto con el suelo, un "grrrsh" "grrsshh" que parecía que se escuchaba en toda la maldita ciudad. La cabeza me sudaba copiosamente bajo la gorra negra que llevaba puesta al revés. A pesar de que exhalaba vaho al respirar, tenía un calor que se hacía difícil de soportar.

Las alcantarillas humeaban y cada oscuro rincón me parecía amenazante, como si fuera a salir alguien de allí en cualquier momento, listo para callarme porque había visto demasiado. -Lo que has visto demasiado son películas, maldita sea- Pensé.

Llegué al coche abandonado en medio de aquél muelle solitario. El eco de mis pisadas era ensordecedor en medio de tan absoluto silencio, sólo roto por el extraño ruido que emitía el coche. "Pum"... "Pum"... "Pum, Pum"...

Pensé que quizá fuera mi corazón y que mi cerebro, sugestionado por la situación, me había llevado hasta aquella estúpida situación en la que John McClane estaría ya disparando a todo ser viviente que se moviera a su alrededor. Sam Spade estaría pensando algo absolutamente ingenioso (y pesimista, realista hasta niveles estratosféricos) con su magnífica voz en off... Yo no era un rudo héroe de película. ¿Qué haría si me encontrara algo realmente importante en ese coche? No tenía la resolución ni la iniciativa para empezar una investigación por mi cuenta como haría Axel Folley, ni tampoco una musculatura asombrosa que me permitiera salir de todo tipo de situaciones peligrosas como Acción Jackson. Solo era un tipo normal, tirando a escuchimiciado, sin ninguna característica física ni mental extraordinaria, que se estaba metiendo en un berengenal del que posiblemente, no saldría sin la cicatriz del mordisco de un maldito perro guardián.

Me sequé el sudor de la frente y miré hacia atrás, sólo había recorrido veinte metros tras escuchar el ruido y sudaba como si hubiera corrido un maratón.

Mis pies actuaron por sí solos y se acercaron hacia los cristales empañados del coche. Mis manos se movieron como las de un autómata y limpiaron el cristal de rocío y polvo. Miré al cielo, tras el puente de la autopista que cruzaba la parte superior del muelle. La luna era apenas una sombra escondida entre las nubes que, como unos rudos guardaespaldas, mantenían su mirada fija en el mundo, por lo que pudiera pasar.

Miré dentro del coche y vi algo moverse. Dí un salto hacia atrás y me aparté. Maldita sea. Aquello sí que no me lo esperaba, es decir, sí que me lo esperaba, pero no esperaba que mis expectativas fueran tan abrumadoramente acertadas. Abrí la puerta y allí estaba el comienzo de mi trepidante historia de huida y brutalidad. Atada de pies y manos, con una mordaza empapada en sangre seca, una mata de pelo azabache mojado y pegado a su piel y los ojos hinchados por los golpes.

Amanda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario