jueves, 15 de julio de 2010

The Sagas. Looter.

Looter no era bondadoso... Ni siquiera era indiferente. Era malo, malvado, maligno, malintencionado. Era una mala pieza desde que nació. Nació solo, creció solo y moriría solo. ¿Qué importaba eso? Sus padres no habían tardado mucho en encontrar su muerte delante de un par de balas en uno de los oscuros callejones de El Vertedero, apenas 10 años desde que dieran a luz al niño que solo les había impedido pagar todas las drogas que hubieran deseado. Su repentina muerte no había entristecido al pequeño, que tuvo que vagabundear, robar y matar para llegar a la edad adulta, más bien lo había fortalecido. No había ido al colegio, pero había aprendido a leer en la comuna donde le habían dado de comer durante años. Era la única pasión que tenía: La literatura. La literatura y el trabajo.

Looter era muy trabajador. Mucho. Más que la mayoría. Cumplía sus contratos puntualmente y con la mayor pulcritud. Su jefe le pagaba por ello, y eso lo mantenía vivo. Le bastaba para mantener un apartamento en el centro del distrito financiero, modesto pero con buenas vistas. Suelos de parqué, una buena cocina y muebles modernos. Él no lo había decorado, había dejado que lo hiciera un gay decorador al que había encandilado antes de cargárselo en uno de los encargos. Vincent era quien le pagaba... el bueno de Vincent. En cualquier lugar de la ciudad podías oir hablar de Vincent. Que si una obra benéfica por aquí... Que si un ajuste de cuentas por allá... Blanqueo, malversación, especulación inmobiliaria... Todo lo que constaría en el currículum de un buen alcalde si éste saliera a la luz. Él movía los bajos fondos y las altas esferas, él cortaba la pana y repartía los trozos equitativamente entre los ciudadanos de SU ciudad. Los hombres de confianza de Vincent eran como Looter. No le interesaban idealistas, ni snobs. Chicos salidos de la calle, sin remordimientos, sin nada que perder y con mucho que ganar. Cómo se conocieron es otra historia.

Esa noche Looter estaba en un club tomando unas copas con la única compañía de la soledad, como siempre. Bebía a pequeños sorbos su martini seco, observando como la gente se movía a su alrededor. Otra de las cosas que le había dado el trabajo con Vincent era un reservado como en el que se encontraba en los locales de moda. Le gustaba sentarse en silencio y observar como se movía la gente en la noche. Lo que por el día eran autómatas, guiados por el ritmo de vida que La Ciudad había impuesto en la gente durante años, por la noche se convertía en algo misterioso... tribal. Los rituales se sucedían uno tras otro ante la atenta mirada de Looter. Los movimientos felinos de las leonas de caza, los enfrentamientos autoritarios entre machos alfa, La tímida aparición de machos más pequeños que se hacían valer del subterfugio para conseguir atrapar a su presa... La Jungla, vivían en una maldita jungla y entre aquél ambiente y la asfixiante atmósfera de los bosques tropicales no había prácticamente ninguna diferencia. El sonido de ambiente era la música, los edificios cubrían el cielo y había sillas en vez de raíces para sentarse.

Una chica rubia y bien parecida se sentó al lado de Looter en el reservado y se quedó mirándole a los ojos.

- ¿No me vas a invitar a nada, encanto?- le dijo la chica con una sonrisa que deslumbraba.

- No- respondío tajante el otro. Observó como la expresión de la chica pasaba a ser de incredulidad y finalmente, tomaba la decisión de levantarse e ir a buscar a otro que sí le pagase las copas.

Así terminaban todas las relaciones humanas del chico de la calle. No pasaba desapercibido, era incluso atractivo, sus labios gruesos podían, de vez en cuando, esbozar una bonita sonrisa, pero su carácter reservado y cortante era un trago que no muchos eran capaces de digerir.

Vibró el móvil de Looter que se iluminó en color púrpura encima de la mesa, moviéndose como poseído por un fantasma. Vincent, ponía la pantalla.

- Looter- Contestó éste mirando al rededor, cerciorándose de que no hubiera ningún curioso.

- Tienes trabajo, chico, preséntate en el sitio de siempre a las dos y media. Te hemos dejado el paquete con la información. - La voz de Vincent era profunda, con una gran personalidad, sus tonos eran agradables y su dicción, perfecta.

- Bien.

- Chico, prepárate bien, esta vez no es un trabajo cualquiera. Vas a pasar la historia

- Nací preparado.

- Así me gusta. - Colgó. << bip, bip, bip... >>

Looter escondió el móvil y lo introdujo en su cazadora marrón piel, movió la pistolera de forma que no le molestara y se colocó la lengüeta de las deportivas a juego con la chaqueta. Fue al baño y se miró en el espejo, abrió el grifo, se limpió la cara, las manos y se mojó el cuello. << Toca trabajar, Loot, vamos allá >>

Fuera del local encontró a los típicos borrachos a los que habían echado del local. Oyó al tradicional amigo de los negros, que se colgó de su cuello y expresó su amplitud de miras para con su gente. Malditos hipócritas que escudaban su racismo tras una máscara de comprensión y deferencia. A Looter le daban lástima. Si no hubiera tenido trabajo le hubiera volado la tapa de los sesos allí mismo, quizá pintando la calle de rojo y gris La Ciudad sería un poco más colorida.

Se montó en su Shelby Cobra del año 67 y condujo hasta el piso franco donde viviría las próximas semanas, y donde le esperaba el paquete con la información y los detalles de su próximo objetivo. La Ciudad vibraba por las noches, el aroma de la gasolina quemada, los problemas y la intranquilidad era embriagador. La luna iluminaba la parte alta de los edificios, pero se paraba en la frontera con las farolas que emitían una luz amarilla que ensombrecía mucho más la oscuridad donde no iluminaban. El ambiente perfecto para el crímen. Esquinas, Recodos, Agujeros y mucha, mucha, mucha gente.

La mayor virtud que puedes tener en El Vertedero es pasar desapercibido. El pequeño refrán que enseñó el párroco de la iglesia de St. Louise a Looter en su juventud se podía aplicar a toda La Ciudad. El asfalto y la piedra habían sido un lienzo perfecto para escribir su historia.

¿Qué mejor pincel que una pistola para ponerle tinta?

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